(Este artículo fue originalmente publicado en Freshwater and Marine Aquarium Magazine, nov. 1979; pp. 30-34, 76-79. Se reproduce aquí con permiso del autor Dr. Paul V. Loiselle).
"Con un poco de sentido común en su elección, algunos representantes de otras familias de peces son no sólo compatibles y estéticamente agradables adiciones a un acuario de cíclidos, sino que además son altamente beneficiosos para el bienestar de sus habitantes"
Una de las mayores sorpresas que puede llegar a encontrarse el aficionado novato a los cíclidos en los primeros estadíos de su enamoramiento es que, a pesar de su reputación de increíblemente belicosos, sus mascotas no hacen más que estar escondidas cuando se trasladan a un nuevo ambiente. Esta timidez tan extrema puede ser comprendida en cíclidos enanos, que deben moverse en un entorno altamente poblado por peces mayores, la mayoría de ellos con grandes mandíbulas llenas de dientes afilados. Es más difícil de entender cuando se ve a un Parachromis managuense recientemente adquirido, que dedica la mayor parte de su tiempo a esfuerzos destinados a disimular tanto como le sea posible de sus 25 cm debajo o detrás de cualquier refugio disponible. Tenga en cuenta que, a pesar de que los guapotes son los mayores peces predadores en su entorno, no están a salvo de toda predación. Los reptiles piscívoros, como los caimanes o las serpientes, una amplia gama de pájaros pescadores, entre los que citaré a garzas y águilas, e incluso mamíferos como los jaguares y las nutrias, consideran a estos grandes cíclidos depredadores una comida tan apetitosa como lo hacen los pescadores humanos. Cuando la atención a las sombras que hay sobre su cabeza puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para los cíclidos más grandes, la timidez en un nuevo entorno puede no ser un comportamiento tan aberrante como podría pensarse de otro modo. Y además, otros comportamientos más interesantes no van a ser manifestados hasta que estos animales se sientan seguros de la amenaza de predación, por ello la mayor preocupación para el aficionado a los cíclidos debe ser proporcionarles aquel ambiente que les haga sentirse a salvo.
Una medida que suele ser tomada por los acuariófilos enfrentados al problema de la timidez de los peces suele ser el retirar cualquier objeto que sirva como lugar de escondite, para así, sin lugares a cubierto, el animal sea forzado a permanecer en lugares a la vista. Como suele ser el caso cuando nos enfrentamos al problema de corregir un comportamiento indeseable, la solución más obvia es la menos deseable. Un animal desprovisto de un lugar donde esconderse sólo tiene una posibilidad cuando se apercibe de un peligro: huir. En condiciones de acuario, los esfuerzos frenéticos realizados por un pez para escapar pueden resultar en la muerte. Animales muy grandes pueden literalmente abrirse la cabeza intentando histéricamente nadar a través de uno de los cristales del acuario, pero la mayoría de los grandes "escapistas" acaban como patatas fritas, repartidos por el suelo alrededor de su antiguo hogar. Sin tener en cuenta el riesgo de perder animales de este modo, es inhumano privar al animal de un elemento que se considera crítico para su bienestar, y totalmente estúpido esperar un comportamiento normal en ausencia del mismo. El objetivo de estimular una amplia gama de comportamientos en los cíclidos se logra no privándolos de refugio, sino persuadiéndolos de que el recurso de esconderse continuamente en sus escondites no es un requisito estricto para su supervivencia. Esto se consigue creando algo que el pez entiende como un ambiente seguro. El resto de este artículo se dedicará a relatar técnicas que han resultado satisfactorias para lograr este objetivo.
Como he relatado anteriormente, los cíclidos son muy sensibles a cualquier tipo de movimiento sobre sus cabezas. Muy a menudo, la altura a la que se sitúe un acuario es responsable de la timidez de sus habitantes. Los peces a la altura de la cintura son a veces demasiado evasivos y se asustan fácilmente por la aproximación de un observador. Este comportamiento desaparece casi siempre, o al menos se minimiza en gran parte, si el mismo acuario es situado a la altura del pecho o la cabeza. La diferencia es que las actividades humanas alrededor de los acuarios producen menos movimientos y sombras menos evidentes al nivel del pecho o por encima. Otra manera muy simple de reducir el impacto de estos estímulos tan poderosamente inductores de miedo es proveer al acuario con una pantalla de plantas flotantes, cuanto más gruesa mejor. Los helechos flotantes (Ceratopteris sp.) son una elección bastante popular, pero la cola de zorro (Ceratophyllum sp.) o incluso las lentejas de agua (Lemna sp.) pueden tener el mismo efecto.
La ignorancia del comportamiento social de una determinada especie de cíclido en su medio natural también puede ser un factor que contribuya a su excesiva timidez en cautividad. Cuando no están sexualmente activos, la mayoría de las especies son animales altamente sociables. Estos peces se suelen sentir muy inseguros a no ser que sean mantenidos en grupos. Los escalares (Pterophyllum spp.) son un buen ejemplo de este fenómeno. Una pareja solitaria de escalares jóvenes pasará la mayor parte del tiempo entre las plantas. Un grupo de seis a doce ejemplares nadará tranquilamente por todo el acuario y saludará la llegada de su cuidador subiendo hasta la parte superior del acuario para pedir comida. Una apreciación de las densidades a las cuales viven los cíclidos en la naturaleza puede ser útil para desarrollar interacciones sociales normales, incluso cuando se está tratando con especies que no forman bancos como los mbunas. Una pareja sola o un trío de mbunas desaparecerán entre las rocas de un acuario de 200 l, para salir sólo a la hora de la comida. Ocho a diez individuos en este mismo volumen, de la misma o diferentes especies, mostrarán una serie de interacciones altamente interesantes en los espacios abiertos.
Incluso siendo cuidadoso con estos factores, uno puede aún encontrarse con que muchos cíclidos siguen comportándose como soldados en una guerra de guerrillas, llevando a cabo una amplia gama de actividades, incluyendo la reproducción, a cubierto de la observación de su cuidador. Si tal reticencia a desvelar los detalles de su vida privada es molesta para los aficionados, es desastrosa para los científicos que pretenden estudiar el comportamiento de los cíclidos. No es, por tanto, de extrañar que los etólogos hayan desarrollado otra técnica más para hacer salir a los espacios abiertos a los cíclidos más tímidos.
Esta técnica, que fue mencionada de modo explícito por primera vez en 1967 por el Dr. G. W. Barlow, se basa en que como pasa con muchos otros animales, los cíclidos son capaces de utilizar el comportamiento de otras especies como un indicador de seguridad del ambiente. Este fenómeno es bastante corriente en la naturaleza. Se puede por ejemplo pensar en la sensibilidad de los ciervos y otros mamíferos a las llamadas de alarma de urracas y cuervos. En el caso que nos ocupa, un grupo de peces que forman banco y se mueven preferentemente por los espacios abiertos se introduce en el acuario que ocupan los cíclidos. Estas especies basan su protección frente a los depredadores en el número de individuos de sus bancos y nadarán confiadamente por todo el tanque siempre y cuando se tenga un cierto número de individuos. Esto, por sí solo, hará que los cíclidos salgan de sus escondites, además, la rapidez con la que estos individuos sociales aprenden a asociar la aparición de su cuidador con la distribución de comida, acelerará el proceso por el que los cíclidos se habitúan a la presencia de un observador.
Cuando se utilizan especies altamente sociales con este propósito, nos referimos a ellas como "peces escuela". Habiendo presentado ya a estas, pienso que es el momento adecuado para corregir un error en el uso de esta expresión que muchos aficionados a los cíclidos, yo entre ellos, hemos perpetrado durante la última década. Como Conrad Lorenz (1952) observó, la probabilidad de conflictos peligrosos o incluso mortales entre macho y hembra de una sola pareja de cíclidos ponedores sobre sustrato, se reduce significativamente si hay otros peces presentes hacia los que puedan dirigir su agresividad. La formación de los lazos entre la pareja también ocurre de modo más natural y con menores riesgos de lesiones para los componentes potenciales de la misma si están presentes estos "peces blanco". Es debido a esta razón que se recomienda normalmente que este tipo de cíclidos sean criados en grupos de 6 a 8 individuos hasta su madurez sexual. La explicación tradicional para las fáciles formaciones de parejas que se obtienen de este modo es que bajo estas condiciones cada pez tiene una elección más amplia de posibles compañeros, por lo que se aumentan las posibilidades de encontrar a uno compatible. La verdadera razón radica en la presencia de numerosos blancos para la agresión que surge para dos animales territoriales al tener que compartir la misma porción limitada de territorio. Muchos acuariófilos, cuando se discute el problema de inducir un comportamiento reproductivo con posibilidades de éxito en parejas de cíclidos ponedores sobre sustrato, han usado el término "peces escuela" refiriéndose a estos "peces blanco".
Las consecuencias de confundir estos dos términos son mayores que las meramente semánticas. Los mejores peces blanco son aquellos identificados por la pareja de cíclidos como posibles competidores por las zonas de desove. No es, por tanto, coincidencia, que estos pertenezcan a la misma especie o si no, a otra especie de cíclidos muy cercanamente emparentada. Los mejores peces escuela son especies altamente sociales y de aguas abiertas cuyo comportamiento, a pesar de que puedan ser percibidos como potenciales predadores de alevines, es difícilmente capaz de impresionar a una pareja de cíclidos como posibles competidores por los lugares de desove. Una diferencia adicional práctica sobre si es mejor utilizar peces escuela o peces blanco, también debe ser considerada. Los peces escuela a menudo comparten espacios e interactuan libremente con sus vecinos los cíclidos. A menos que el tanque sea muy grande o la especie que se está reproduciendo sea muy pacífica e inofensiva, la libre interacción entre la pareja reproductora y los peces blanco es raro que resulte en una esperanza de vida demasiado alta para estos últimos. La prudencia, por tanto, aconseja que la influencia beneficiosa que puedan desarrollar los peces blanco se ejerza detrás de algún tipo de barrera. Bien una división de cristal o una pantalla serán suficientes, ya que sólo es necesario para la pareja el ver al objeto de su encendido ánimo. La exposición real de otros congéneres, aunque pueda ser beneficiosa en la naturaleza, no es necesaria para asegurar resultados positivos.
Terminada ya esta discusión necesaria, volvamos a la cuestión de seleccionar peces escuela apropiados para utilizarlos de la mejor manera posible. El primer y obvio condicionante de cualquier especie considerada como escuela es que su comportamiento sea extrovertido. Como ya he indicado anteriormente, las especies que forman bancos en aguas abiertas como los carácidos y ciprínidos, son los peces escuela tradicionales, pero un vistazo a la Tabla 1, revelará que incluso peces que no forman bancos pueden servir perfectamente para este propósito. Cualquiera que sea la especie elegida, siga las indicaciones de la tabla en cuanto al número de ejemplares que deben ser empleados. El comportamiento extrovertido de estas especies no se manifestará a menos que haya un cierto número crítico de individuos. Dos tetras limón, escondidos tras el follaje, no es muy probable que den mucha confianza a un grupo de tímidos cíclidos enanos, pero una docena de ejemplares nadando en la zona abierta seguramente sí lo hará.
Un segundo requerimiento obvio es que los requerimientos fisico-químicos del agua para peces escuela y cíclidos sean compatibles. Por ejemplo, mientras que la mayoría de los poecílidos reúnen las características de comportamiento necesarias para actuar como excelentes peces escuela para cíclidos enanos neotropicales, no son capaces de vivir bien en las aguas ligeramente ácidas y bastante blandas que prefieren estos cíclidos. Son mucho más útiles como peces escuela para los cíclidos del lago Tanganyka, como las diversas especie de Julidochromis y además sus requerimientos en cuanto al tipo de agua son mucho más parecidos a sus propias preferencias. En la Tabla 1 se resumen también las preferencias en cuanto a química del agua para los principales grupos de peces escuela.
El tercer criterio es la compatibilidad de comportamiento. Obviamente, la diferencia de tamaño entre el pez escuela y el cíclido no debe ser tal que este último piense en aquél como un suplemento para la dieta. Uno no debería, por ejemplo, utilizar tetras cardenales como peces escuela para las especies de menor tamaño del género Cichlasoma, mientras que ciprínidos de tamaño mediano como el barbo rosado, las especies de aletas pequeñas de mollys, o los peces arcoiris australianos más robustos podrían rellenar perfectamente ese espacio. Tampoco debería uno escoger peces escuela cuyo comportamiento pueda ser intimidante para los cíclidos. Desde luego, yo no recomendaría utilizar carácidos grandes y agresivos, aunque formadores de bancos, como Exodon paradoxus o las especies del género Axtyanax con las menores especies de cíclidos enanos. Aunque sean bastante extrovertidos y respondan bien ante su cuidador, estos carácidos son tan grandes y activos que su presencia es más intimidatoria que tranquilizadora para estos cíclidos. Incluso familias en las que normalmente se considera que las especies comprendidas son inocuas desde el punto de vista acuarístico, pueden llegar a darnos sorpresas desagradables, por lo que es conveniente invertir un tiempo en una cuidadosa investigación de las especies que podrían ser consideradas como peces escuela. La mayoría de los poecílidos, por citar un ejemplo, son bastante pacíficos con el resto de peces, pero las hembras del género centroamericano Brachyraphis son grandes y suficientemente agresivas como para enfrentarse a cíclidos de talla similar. Una consideración final sobre la selección de los peces escuela es el grado de competencia por la comida que puedan tener con los cíclidos. Obviamente, depende del comportamiento de ambas especies. Yo no tendría ningún problema en albergar las especies más grandes de Rasbora y Danio como peces escuela en un acuario con algunas de las especies mayores y más agresivas del grupo de los cíclidos enanos, como las diversas especies de Pelvicachromis ó Nannacara anomala, que son bastante capaces de cuidar de sí mismos a la hora de la comida. Yo no utilizaría, de ningún modo, a estos ciprínidos con algunos de los Apistogramma menores, que tendrían un grave problema a la hora de obtener una ración adecuada de comida cuando aquellos glotones se encontraran hambrientos cerca de la superficie.
El principal problema de competencia se produce, sin embargo, cuando la descendencia de los cíclidos alcanza el estado de libre natación, requiriendo un copioso aporte de nauplios de Artemia para crecer y prosperar. Mientras que hay ventajas reales en la confianza que se pone en los progenitores para sacar adelante su descendencia, debido a la presencia de peces escuela en la pecera, el número de estos últimos no debe ser tan grande que compliquen el problema de suministrar comida a los alevines de los cíclidos. Los peces escuela vivíparos y ovovivíparos plantean las mayores dificultades en este aspecto. Los cíclidos difieren marcadamente en su eficiencia como piscívoros. Mientras que los menores Cichlasoma, Neolamprologus e incluso Nannacara anomala ejercerán un control poderoso sobre el crecimiento natural de los vivíparos que viven con ellos, muchos de los demás cíclidos que se benefician de la presencia de los vivíparos son bastante ineptos en cuanto a hacer serios ataques a una población en crecimiento explosivo de poecílidos o goodeidos. A menos que el acuariófilo intervenga directamente para mantener el número de peces escuela dentro de un orden, su población aumentará hasta el punto que sea imposible en ese acuario criar cíclidos, debido al problema de conseguir suficiente comida después de que lo hayan hecho todos los superabundantes peces escuela. Esta tendencia a superpoblar acuarios es probablemente el mayor inconveniente que se les pueda achacar a peces como Girardinus metallicus, un bonito poecílido cubano cuyo modesto tamaño y tolerancia a las aguas blandas y ácidas lo convierten en un pez escuela ideal para la mayoría de los cíclidos enanos neotropicales y del Oeste africano.
Frecuentemente oigo a los vendedores de las tiendas de peces tropicales que aconsejan a sus clientes que no se les ocurra comprar cíclidos, ya que es imposible mantenerlos en compañía de otros peces. Ojalá que este artículo sirva para desterrar definitivamente esta falacia. Con un poco de sentido común en su elección, representantes de otras familias de peces son no sólo compatibles y estéticamente agradables adiciones a un acuario de cíclidos, sino que además son altamente beneficiosos para el bienestar de sus habitantes.
Literatura citada
- Barlow, G.W., 1967. Dither - a way to reduce undesirable fright behavior in ethological studies. Z. Tierpsychol. 25: 315 - 318.
- Lorenz, K.I., 1952. King Solomon's Ring. Methuen, London, xii + 202 pp.
TABLA 1 Sinopsis de algunos peces escuela adecuados.
Familia |
Género representativo |
Química del agua |
Mínimo recomendado |
© Copyright 1979 Paul V Loiselle, all rights reserved
Cita
Loiselle, Paul V. (ene. 09, 1997). "Sobre los Peces Escuela". Cichlid Room Companion. Consultado en mar. 28, 2024, desde: https://cichlidae.com/article.php?id=42&lang=es.